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La monja de Corin Hardy


La monja es una historia que arrastra los ecos positivos de sus predecesoras y que parte de un universo de terror muy estimulante. Posee una producción muy cuidada, actuaciones sólidas, y todos los recursos cinematográficos del miedo puestos al servicio de la cinta; y no obstante, sentimos alguna falta de prolijidad en la configuración de sus elementos.

Cierta crítica se ha enfocado en valorar la sobreabundancia de procedimientos narrativos del género, que no llegan a sorprender (se ha dicho) al ojo entrenado. En lo personal, disfruté y temblé con cada segundo de miedo, y no es en este aspecto donde enfoco mi crítica, sino en el desarrollo de la historia en sí. Un comienzo elegante y potente, pero que adelgaza a medida que notamos lo limitado del guion, circunscrito únicamente a una historia. Los diálogos, disparejos y en ocasiones elementales y forzados, me impulsan a restar puntos valiosos para su valoración global. Cuando se favorecen determinados elementos en menoscabo de otros, ocurren estos desniveles, y se ahoga la fabricación de la historia al sacrificar a potenciales personajes con una historia plana. Con respecto a la ejecución, la locación ha sido aprovechada al máximo con una fotografía excepcional.

Ciertamente no lo perfecciona pero complemente de forma aceptable el universo Warren.


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