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San Valentín sangriento, película de 1981 dirigida por George Mihalka, acoge todos los elementos del slasher, ya en boga por aquellos años. Un asesino, un arma emblemática, un móvil de venganza, una fecha particular.

Una de las susceptibilidades de mi escala de valoración es que se encuentra atada a la subjetividad de quien califica. Así, ciertas escenas que en aquellas décadas iniciáticas pudieron haber resultado perturbadoras para una audiencia neófita, a día de hoy se encuentran más normalizadas para los estándares actuales.

Debo afirmar que en términos generales la historia posee coherencia, su trama es sólida, y la presentación dramática es sobria al mostrarnos cómo se construye, de manera mítica, el relato de un asesino. Pero existen ciertas partes de su composición que no terminan de cuajar, y que confluyen hacia un final muy disparejo.

Escenas de marcado logro son aquellas donde se narra la leyenda del minero desquiciado y en las que se construye un triángulo amoroso entre los jóvenes protagonistas, pero en su gran medida se forja la trama a base de situaciones sin mayor trascendencia.

Como personaje de horror, Harry Warden, con su mascarilla antigases y su pico de mina, se emparenta con comodidad con otros villanos de terror como Leatherface, Michael Myers o Freddy Krueger.

Se pudo haber aprovechado los arcos dramáticos con la presencia de una adecuada musicalidad. Fracaso de la banda sonora. Otro punto a restar.

Con referencia a lo visual, la falta de ciertos complementos, como la presencia de sangre al momento de acometer las heridas en las víctimas, se destacan como carencias.

En cuanto a su particularidad, no considero que me aporte algo novedoso, teniendo en cuenta la época del albor del cine slasher, y si bien puede entenderse que la cinta trabaja a manera de tributo, pudo haber aportado mayores elementos de innovación, sobre todo al haber desarrollado el film con más profundidad y paciencia. Pese a todos sus fallos de ejecución, San Valentín sangriento se introduce con facilidad en las demandas del género, y resulta una película muy recomendable durante estas fechas.




¿Cómo puntuar un clásico sin sentir miedo por calificarlo? Pues tratando de ser lo más objetivo posible. Al igual que películas como El proyecto de la bruja de Blair de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, o Tesis de Alejandro Amenábar, Holocausto caníbal acude al recurso del metraje encontrado, y acopla una trama que confluye de manera perfecta, encajando cada uno de sus engranajes en un mecanismo sin fallos. La banda sonora, a cargo del experimentado y galardonado Riz Ortolani, resulta de una belleza inusual, y su tema principal estiliza el material violento del film, le otorga otra textura y compagina adecuadamente la sinestesia de manera que se equilibra nuestra repulsión con el goce estético. Alabo la construcción de la historia, la disposición de sus elementos, la presentación rítmica de sus escenas, que son ensambladas sin que se pierda por ningún momento la atención que ha generado desde el comienzo. Identifico dos factores que la desgastan solo un poco: los elementos de terror y ciertas conductas de los personajes. Holocausto caníbal no encaja en ninguno de mis parámetros en cuanto a terror, horror o angustia. Con imágenes de mutilaciones muy simuladas, violaciones, abortos inducidos, masacres, y otro tipo de evisceraciones tanto humanas como animales, sin permitirse el uso de efectos especiales, considero que su espíritu se encuentra encaminado hacia la repulsión, y pretendo llenar la casilla con esta cualidad. No obstante, advierto que aun así, alcanza un cincuenta por ciento de su potencial de afectación, al enforcarse en otros aspectos subyacentes y que de largo me resultan más interesantes que el abordaje explícito que pretende desarrollar, y que por suerte no lo consigue de lleno. El otro punto que no puedo exonerar, es la elaboración de personajes en apariencia acoplados a un estándar civilizatorio y que de un momento a otro se encuentran tan obsesionados con la violencia y el infligir castigo sin razón. No obstante, debo permitirme el beneficio de la duda y admitir que en aquel forcejeo ficcional de construcción psicológica, las acciones, pasiones, obsesiones y motivaciones de los desdichados protagonistas, permiten plantear premisas en cuanto a la naturaleza humana. ¿Quiénes son los incivilizados, aquellos seres presentes en un estado casi homínido alejados de todo concepto de avance social, o el “hombre blanco” que llega a destruirlo todo con enconado sadismo? Se enarbola aquí la consigna de que la llamada “civilización” es la que se encuentra plagada por bárbaros que atentan de manera permanente contra la pureza natural y del hombre. Holocausto caníbal se yergue de esta forma como una crítica despiadada a la civilización contemporánea y a la falsa idea de progreso civilizatorio. Lo más probable es que aquella frase primordial de la película sea demasiado cierta, y que constatemos que en esta sociedad del sálvese quien pueda absolutamente “todos somos caníbales”.





El abecedario de la muerte es una antología que cumple su cometido: presenta una muestra significativa de diversos estilos y propuestas. Algunos cortos fracasan en cuanto a su naturaleza de concepto y de estética, y los menos sobresalen luminosamente.

Quizá el más flojo de todos, y con el peor acabado, resulte P de Presión. He visto mejores cortos (tanto en contenido como en realización) en estudiantes de cinematografía.

Tenía mucha expectativa con el corto de Vigalondo (A de Apocalipsis). Conozco parte de su trabajo y esperaba mucho más, pero su historia se diluye en una fábula que no cuaja y que no sabemos por dónde tomar en la falta de desarrollo o de propuesta.

No sucede así en otros, que en su aparente simplicidad acuden a una historia sin mucho alarde pero explotan un contenido inusual y llamativo.

Entre ellos destaco:

J de Jidai-geki (Drama de época) que trabaja aparentemente con menos recursos, pero que resulta ser el que conserva mayor tensión dramática del conjunto.

T de Toilet. Película en stop motion que logró conseguir lo que casi ninguna de la antología: una historia de terror perfecta.

Fotograma de T is for Toilet de Lee Hardcastle.

Pero los que más llamaron mi atención, los que más me agradaron o estremecieron son:

L de Libido que es una presentación muy pavorosa cercana a Una película serbia.

Una competencia de masturbación obligatoria para salvar las vidas de los protagonista ante una audiencia con máscaras cada vez más exigente y depravada.

O de Orgasmo destaca por su capacidad artística. Me recordó a Cold Meridiam de Peter Strickland.

D de Dogfight (Pelea de perros) donde no solo es importante lo que se cuenta, sino cómo se lo cuenta.

F de Fart (Pedo) es muy sui géneris. Lo onírico, fantástico e hilarante, se aúnan a lo vulgar, lo terrorífico y lo erótico.

R de Removido, dirigido por Srdjan Spasojevic (director de Una película serbia). Fotografía perfecta. Historia ejecutada sin desniveles argumentales. Trama muy llamativa y particular. Y una realización muy cuidada.

V de Vagos (El llanto de un recién nacido) logra amalgamar de manera adecuada una historia distópica con tintes de ciencia ficción y horror sin desentonar en ningún instante.

X de XXL es una angustiante constatación de repulsión visual y una crítica social a la vez.

Fotograma de X is for XXL de Xavier Gens.

Las demás, a mi parecer, circulan en un término medio.

Q de Quack es un ejercicio de metaficción que involucra al realizador cuestionando la naturaleza propia de la antología, al igual que W de WTF.

C de Círculo tiene mucho (muchísimo) de los Cronocrímenes de Vigalondo. (¿Díaz Espinoza sabía que Vigalondo estaría en la antología?

E de Exterminar está bien desarrollado pero adolece de una conclusión más elaborada. Se la merecía.

Fotograma de L is for Libido de Timo Tjahjanto.

Y entre lo peor:

P de Presión, ni siquiera se acerca a un manifiesto de terror. Más bien resulta un poco de realismo sucio con una pésima ejecución cinematográfica, incluso con enfoques que parecen de novato. Un castigo visual.

N de Nupcias, que deviene en un cuento absurdo, carente de imaginación.


En fin. Una antología muy dispareja con la mayoría de elementos negativos y pocas joyas que rescatar.


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