- Diego Maenza
- 13 abr 2021
- 5 Min. de lectura

Manuel Pérez Recio nació en Valencia, España, en 1970. Es autor de Hasta que la muerte nos separe (un libro de relatos que giran en torno a la figura de la muerte), una novela de viajes y aventuras, titulada Cuyabeno ambientada en la selva amazónica ecuatoriana, una novela corta distópica (Aguanegra) que se desarrolla en el medievo (con un brutal y polémico giro argumental), una trilogía negra detectivesca (Primavera en Ítaca, El largo invierno del corazón y La canción del nómada) y dos novelas históricas ambientadas en la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, respectivamente, tituladas Piel de lobo y La memoria de las nueces. A inicios de abril contacté con el autor y le propuse esta entrevista. Bienvenidas, bienvenidos.

Cuéntanos sobre tu acercamiento a la literatura. ¿Sientes que existió un momento en el que dijiste quiero dedicarme a escribir?
En realidad, no fue fruto de una catarsis o revelación. Podría decirse que realicé el paso a la escritura de forma natural, tras dedicarme al cómic y la ilustración comercial durante unos años (en mis ratos libres, por supuesto). Hasta entonces colaboraba con guionistas, pero empecé a crear mis propios diálogos para los personajes que dibujaba. Ahí me di cuenta de que me gustaba tanto dibujar como escribir.
Tus obras han sido trabajadas en varios registros. ¿Cómo asumes al momento de escribir el manejo de los géneros entendidos como lo policiaco, lo histórico, incluso lo fantástico?
He leído mucho, de todo, siempre por placer. Y es que no hay mejor escuela de estilo que leer a los grandes autores. Para mí, la novela negra es divertida, desengrasante para la mente, y me permite dar rienda suelta a mis instintos primarios. Escribo género fantástico cuando necesito evadirme de la realidad. E histórico porque me apasiona la labor de documentación, investigación... y porque aprendo mucho mientras doy forma a la narración. Creo que eso es lo que más me estimula.
En Aguanegra exploras el cruce de la fantasía y ciertos toques de ciencia ficción con un escenario medieval como telón de fondo. ¿Crees que la exploración de la imaginación resalte de mejor manera ciertos detalles de la realidad que una narrativa realista a rajatabla no lo haría? Acudes a la fantasía. ¿Por qué en esta obra sí y en tus siguientes libros no?
La realidad supera la ficción. No es necesario recurrir a la fantasía para describir situaciones surrealistas, pero sí es un ejercicio saludable de creatividad. Y me gusta explorar todos los terrenos. En Aguanegra combiné los dos estilos, sé que fue una apuesta arriesgada, a unos lectores les encanta y otros me recriminan el salto temporal y un desenlace tan apocalíptico. Sin embargo, su lectura no deja indiferente y da que pensar, que era uno de mis objetivos.
Cuyabeno es un libro de exploración, una crónica novelada. Narras un periplo por la Amazonía ecuatoriana, concretamente en Sucumbíos. ¿Podrías comentarnos acerca de esta experiencia?
Fue mi primera novela. Y no iba enfocada al público en general. La escribí para no olvidar las experiencias que viví en ese viaje, si bien introduje algunos elementos de ficción para dar mejor forma al relato. Durante una década estuve viajando en plan mochilero (low cost), usando los períodos vacacionales, sobre todo por Suramérica. Me encanta la aventura y la naturaleza, todo lo relativo a la supervivencia (de lo que aprendí mucho en mi etapa como militar profesional), descubrir otras culturas y compartir sin miedo ni prejuicios sus enseñanzas. Y admito que mi paso por la selva marcó un antes y un después en mi forma de ver y entender el mundo.
Tanto Primavera en Ítaca, El largo invierno del corazón y La canción del nómada tienen un componente policial muy marcado. ¿Consideras que estas obras se adscriben al género policiaco por entero o crees que también abarcan un registro mucho más amplio?
Yo las catalogaría de novelas detectivescas más que policíacas, ya que están narradas en primera persona por su protagonista, el proceloso detective Dani Franco. Los casos se desarrollan en ambientes sórdidos, oscuros, y en todos ellos hay un residuo de denuncia social. Hablo de prostitución, drogas, secuestros…, ahondo en las miserias humanas y busco justicia o redención para los personajes que aparecen en ellas. Así que, efectivamente, son algo más que simples relatos policíacos.
En paralelo a tus novelas, también te has desenvuelto en el relato corto. Has escrito Hasta que la muerte nos separe. ¿Cuáles entiendes que son las diferencias más marcadas entre ambos géneros (cuento y novela) y las ventajas y contratiempos al escribir tanto narrativa corta como de largo aliento?
El relato es la condensación de una idea, y requiere de un corte preciso y meticuloso. La novela es elaboración, detalle y desarrollo. La principal diferencia entre ambos estilos radica en la forma.
Para mí, una novela requiere de mucha paciencia y un tratamiento mucho más elaborado, ya que debe entretener, resultar interesante y a la par mantener en vilo al lector. Es un proceso que acometo sin prisa. El relato corto es más visceral. Hay que tener muy claro el mensaje a trasmitir, y hacerlo sin ambages ni disimulos, pero buscando la sorpresa final o el giro que dé sentido a cada párrafo, porque el propósito es muy claro: contar en pocas palabras una historia que revuelva por dentro, que perdure en tu pensamiento y no se desvanezca al pasar la página.

¿Cuáles sientes que fueron los escritores que te marcaron?
Por estilos, al principio fueron Poe, Lovecraft, Kafka… A los que conocí a través de las novelas gráficas y adaptaciones al cómic. Luego está Miguel Delibes, con el que me inicié a la lectura. Y por supuesto Vázquez Figueroa, cuyas novelas de aventuras y desventuras disfruté mucho en la juventud. También me gusta cómo se desenvuelve Pérez Reverte, Vargas Llosa, Allende, Eduardo Mendoza...
¿Qué lecturas frecuentas en la actualidad?
Siempre tengo un par de libros en la mesita de noche. Cabaret Pompeya es de los últimos que he leído. Y ahora estoy con La cirujana de Palma, de Lea Vélez; una novela interesante ambientada en el siglo XIX.
Autores (noveles o consagrados) que recomiendes. ¿Por qué?
Respecto a los consagrados, los que he mencionado ya. Y si debo recomendar nuevos autores, serían el murciano Antonio Parra (especialista en novela negra), a quien conocí hace años en una entrega de premios literarios, y a Sergio Allepuz (por su divertida novela corta El prado verde de Jay McKay), con el que también coincidí en un certamen en el que ambos fuimos galardonados.
¿Cuáles son tus proyectos literarios futuros?
Acabo de terminar una novela histórica ambientada en la España de la posguerra y la Segunda Guerra Mundial, La memoria de las nueces, que me ha llevado dos años. Y ahora estoy inmerso en su lanzamiento. Es mi octava obra. La próxima está por determinar, aunque ya barajo un par de ideas.
Ha sido un gusto, Manuel.
El placer ha sido mío. Me han gustado las preguntas y el formato de la entrevista. Gracias por tu interés. Hasta pronto. ¡Nos leemos!
- Diego Maenza
- 31 mar 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 8 abr 2021

Indira Córdoba Alberca reside en Argentina, en la ciudad de Corrientes. Ha publicado los libros de cuentos Diosas en el fuego (2007) y Ruleta rusa y otros giros de fortuna (2013). Sus textos han aparecido en medios de Ecuador, Argentina y México. Imparte talleres literarios. Su trabajo ha sido reconocido con premios, antologías y menciones en Ecuador, Argentina, México, Estados Unidos, España, Colombia y Canadá. Su más reciente trabajo es el libro Hecatombes. A mediados de este mes, aprovechando su paso por Ecuador, tuve la oportunidad de contactar con Indira e intercambiar estas impresiones. Bienvenida/os.
¿En qué momento se despierta tu pasión por la escritura?
Estoy segura de que fue de la mano con mi amor por lectura. Si bien es cierto que no todo lector voraz se convierte en escritor, inclusive hay quienes pretenden escribir sin tener el hábito de leer, en mi caso sí influyó. A esto súmale que de pequeña yo no era muy sociable, me comunicaba mejor con la escritura y más cuando me di cuenta de que podía conseguir cosas con eso. Por ejemplo, una vez le escribí una carta a mi mamá para que me preparara un postre, enseguida vino a decirme que lo haría y de paso me dijo que la carta le había encantado. El mensaje fue claro, ya no dejé de escribir.
Háblanos de tu libro Hecatombes. ¿Cómo y por qué fue concebido?
Lo concebí principalmente en lo que yo llamo un diálogo con la gente de carne y hueso, que luego se convierten en mis personajes.
Estos diálogos a veces imaginarios y a veces no, me permiten poner mis cinco sentidos en la realidad. Me motiva la necesidad de mostrarla a pesar del horror y el dolor. Aunque a veces roce lo fantástico, no tengo miedo de contar la vida tal como es. Es la única manera de evitar que miremos hacia otro lado.
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Previo a esta obra tan llamativa y potente, has publicado otros trabajos como Ruleta rusa y otros giros de fortuna y Diosas en el fuego. ¿Podrías comentarnos acerca de estos libros?
Diosas en el fuego es mi primer libro de cuentos, se publicó en el 2007 bajo el sello del Ángel Editor de Quito. Consta de once cuentos protagonizados por mujeres en situaciones límite, en un mundo que no logra liberarse del machismo en sus diferentes niveles y formas de mostrarse. Ruleta rusa y otros giros de fortuna fue publicado en Buenos Aires Argentina, en el 2013. Es una colección de cuentos y relatos en el que me reafirmo como contadora de historias, con el testimonio del mundo que trato de dar en mi obra. En este libro la psique de los personajes, como su suerte, es otro protagonista que cambia y sorprende en algún momento.
Tus escritos también constan publicados en antologías y espacios de varios países. ¿Qué tan importante resulta tener esta proyección para quienes nos dedicamos a las letras?
Es muy importante, porque comparada con otros países de Latinoamérica, la literatura ecuatoriana no ha tenido la suficiente visibilidad internacional. Eso ha cambiado en las últimas décadas y pienso que es debido a quienes se han animado a mostrar su trabajo. Una vez que se descubre a un autor de cierto país y gusta, se quiere conocer a los que estuvieron antes y nos abre puertas a los que venimos después.

Resides en Argentina y produces desde allí. ¿Desde esta perspectiva, cuál es tu mirada del panorama literario ecuatoriano?
Cada vez que he regresado de visita desde hace trece años, he notado crecimiento en el ámbito literario. Hay más eventos como presentaciones de libros, rondas de lectura, recitales de poesía. Ha crecido el número de talleres de lectura y de escritura, hay nuevos autores y las mujeres tenemos más espacios. También encuentro nuevos sellos editoriales, más librerías y por supuesto más gente que lee. El cambio se nota cuando se vive afuera, como cuando conoces a alguien de pequeño y lo vuelves a ver unos años después.
Dedicas parte de tu tiempo a impartir talleres literarios. ¿Qué significa esta experiencia para ti?
Es otra forma de vivir mi pasión a plenitud. Empecé con niños y adolescentes en Argentina, me mantengo con ellos. Hago talleres de escritura creativa y talleres de lectura, principalmente en escuelas y colegios. Desde el año pasado en medio de la cuarentena, me contactó un grupo de adultos que me pidió crear un grupo. Desde octubre hasta acá han ido llegando nuevos miembros, al punto que es posible que abra más horarios. El taller es totalmente virtual, por ahora hay gente de Ecuador, Argentina y Uruguay.
¿Cuáles son tus referentes literarios a la hora de escribir?
No suelo darme cuenta cuando están presentes a la hora de escribir, me resulta difícil pensar en mis referentes.
Me identifico con la literatura fuerte, con el realismo en todos sus matices, tiendo a huir de las modas, me dejo llevar más por aquellos autores que dicen lo que tienen que decir sin vueltas, me conquista la belleza de la poesía y al mismo tiempo la crudeza de la realidad.
Escritoras clásicas o contemporáneas que recomiendes.
Como todo clásico Sor Juana, Jane Austen, Ann Radcliffe, George Eliot y a las hermanas Brontë siempre tendrán algo nuevo que decir. Recomiendo especialmente investigar la literatura femenina ecuatoriana, que por mucho tiempo estuvo silenciada. Hay más de lo que se cree y se conoce, con una variedad y riqueza que permite lectura para todos los gustos.
Escritores que te hayan llamado la atención.
A lo largo de mi vida han cambiado mis “idilios literarios”. Desde Rubén Darío, Neruda, Guillén, Jorge Enrique Adoum, Vallejo, Machado, Alfonsina Storni hasta la narrativa de casi todos los rusos clásicos, de Horacio Quiroga, Hemingway, Sábato, de Oriana Fallaci, Marguerite Yourcenar, Marguerite Duras, Herta Müller, Ana María Matute, Cortázar, García Márquez, Raúl Pérez Torres, Ubidia, Alicia Yanez, Lucrecia Maldonado, Silvia Molina, Silvina Ocampo, Liliana Bodoc, Abelardo Castillo, Liliana Heker, en fin, no son todos. La lista es interminable, menos mal.
¿En qué proyectos literarios o de escritura te encuentras trabajando?
Recién terminé otro libro de cuento. En estos momentos estoy trabajando en una segunda novela. La primera, está en proceso de revisión para publicarla este año, con suerte.
Gracias por tu tiempo, Indira.
Gracias a ti Diego, por este y tantos aportes culturales.
- Diego Maenza
- 2 mar 2021
- 12 Min. de lectura
Lisbeth Lima Hechavarría (Santiago de Cuba, 1995) es Licenciada en Biología y Especialista en Antropología Física. Es también egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en 2014. Parte de su trabajo ha sido traducido al alemán, francés y polaco, y publicado en varias antologías dentro y fuera de Cuba, así como en más de quince revistas literarias, y forma parte del catálogo de la editorial PODIUM en Viena y de Letra Latina en Colombia. En 2021 la editorial Primigenios de Estados Unidos ha publicado su libro de cuentos Rostros. En la actualidad se desempeña como editora de la Editorial Santuario en República Dominicana.
A finales de febrero tuve oportunidad de contactar a la autora y mantener esta profunda conversación. Bienvenidos.

¿Cuándo y de qué manera llegaste a la escritura?
Desde pequeña mi vida estuvo relacionada a la literatura. Aprendí a leer a muy temprana edad. Incluso antes, mis padres, sobre todo mi papá, me leía los cuentos de Aladino y del libro Había una vez, en ediciones ilustradas, preciosas, que él mismo me regaló, y yo repetía y repetía las oraciones hasta que me las aprendía de memoria. Luego simulaba frente a los adultos que leía los cuentos. Mi padre se vanagloriaba de aquello y me llevaba con sus amigos para que vieran cómo era capaz de aprenderme aquellas historias tan largas.
Así fui descubriendo a Han Christian Andersen, Los Hermanos Grim, Antoine de Saint Exupery, que recuerdo a mi madre llegar con El Principito a casa luego de pasar por la Feria del Libro. Es la misma edición que guardo hasta hoy y que de vez en cuando releo. Ahora ansío el momento en que mi niño lo descubra. También me regaló siendo muy pequeña una de las primeras ediciones de La edad de oro, de nuestro apóstol José Martí, lectura para todos los tiempos, joya de nuestra América que vine a leer ya de mayor, cuando realmente comprendí el significado de Martí más allá del mártir y del dogmatismo de la enseñanza escolar. Unos años más tarde, ya en secundaria, descubrí Corazón, de Edmundo de Amicis, Ana Frank, El chico del piyama de rayas, las Fábulas de Samaniego entre otros clásicos y algunos no tan clásicos que me hicieron cerciorarme de que ya mi vida sin la literatura sería inconcebible.
A la escritura, como es de imaginar tal vez, también llegué pronto. La rutina de hacer diarios me fue preparando para el oficio. Desde los diez años, motivada por una película, me di a la tarea de comenzar a narrar todo cuanto me pasaba, a mí y a otros y se convirtió en una vía de escape, en un respiradero de vida. Formar parte de pronto de una familia disfuncional pudo ser también, de alguna forma, el motor impulsor hacia la escritura, modo en el que dejaba escapar mi verdadero yo y liberaba mis frustraciones. A los catorce años comencé mi primera obra de ficción. Una noveleta fantástica donde narraba la vida de una adolescente que odiaba su familia y escapaba a otro mundo en los brazos de un vampiro. Por aquellos tiempos escribía a mano, llené dos libretas con esa historia. Algunos de mis compañeros de clase me esperaban cada día para leer lo último que había escrito de Alexa, así se llama la obra.
¿Cómo definirías tu literatura?
Creo que esta es una pregunta ante la cual no sé bien qué responder. No le toca a uno, como escritor, definir su obra, no obstante algo podría mencionar: el realismo, al filo del realismo sucio, es mi zona de confort al escribir, de eso no tengo la menor duda. Mi reciente primer libro publicado: Rostros (Editorial Primigenios, EE.UU, 2021) y De amor y otras aberraciones, el cual pronto será mi segundo libro publicado bajo el sello Letra Latina (México, Colombia y Argentina) son el ejemplo claro ante lo que digo. Son el resultado de una fase escritural que ahora mismo he de alguna forma cerrado para dar paso a explorar otros temas un tanto más profundos, que requieren de estudio e investigación. También para experimentar en otros géneros como el surrealismo, que someramente he rozado en algunas de mis historias y la literatura infanto-juvenil en la cual ya he incursionado antes y me hace sentir a gusto trabajar para niños.
Es una asignatura pendiente géneros como el teatro y la poesía. Con el teatro tal vez lo tenga más claro, la poesía no es algo que se aprenda, simplemente se es o no se es poeta. Y en mi caso puedo recrearme en la narrativa, logro el ensayo, la reseña, roso la crítica, y la investigación la desarrollo debido a mi otra profesión, pero la poesía siempre me ha costado… No sé, tal vez un día si me lo propongo llegue a conseguirlo.
Y resumiendo, siento que mi literatura hasta ahora es de alguna forma el espejo de una sociedad, el espejo de nosotros mismos, porque la intimidad que emana ruboriza a algunos lectores, motiva a otros, genera prejuicios, hasta disgustos, pero a fin de cuentas interactúa con el lector/espectador, quienes bien asumen el verse identificados o simplemente cierran el libro y rehúsan aceptarse. Siento que hay dos tipos de literatura: esa con la que conectas y con la que no, y ante esa premisa debe un escritor establecer su máxima al escribir. Existe siempre un poco de polémica con respecto a lo que algunos definen: se escribe para uno mismo, para liberar los demonios, a modo de escape, o se escribe con otra intencionalidad, la de reflejar al lector, la de hacerlos empáticos con las historias, la de desatar sus bestias y hacerles partícipes de su sociedad más allá de vivirla mecánicamente día a día, y esa es la que pretendo siempre. Que alguien más venga y te cuente tu vida a través de las páginas de un libro puede marcar un antes y un después, puede llegar a hacer que entiendas cosas que antes te era imposible ver, es como si salieras de tu propio cuerpo y comenzaras a observarte desde fuera, en otra dimensión.
Creo que subconscientemente siempre pienso en el lector, en lo que generará emocionalmente mi obra en ellos, es el modo de retroalimentación imaginaria que desarrollo mientras escribo y eso define mi literatura.
Tus relatos desbordan una carga erótica con un lenguaje muy directo, en ocasiones muy crudo y con escenas fuertes. ¿Qué paradigmas o estereotipos buscas romper con tu escritura?
La verdad es que en un inicio no buscaba romper ningún paradigma ni estereotipos, apenas tenía conciencia de que con ello resquebrajaba esos conceptos. Como mencionaba anteriormente, comencé a escribir con catorce años. Este tipo de narrativa la desarrollé sobre los dieciocho, una vez egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (2014) donde logré escribir mi primer cuento: Zona inexplorada. La narrativa extensa se me daba mejor, por ello comencé con las novelas, de hecho, entré a la Onelio con un fragmento de una (Reencontrándome) cuando por lo general se concursa con tres relatos, pero la cuentística era algo para lo cual no iba a estar preparada antes sin las técnicas necesarias que allí aprendí. Acortar las ideas no se me daba bien, incluso aún todavía me cuesta. Con Zona inexplorada desaté estas temáticas marcadas por el realismo y de a poco, influenciada por exponentes del género en mi país, literatura que consumía mucho por aquella época: Anna Lidia Vega Serova, Pedro Juan Gutiérrez, Ena Lucía Portela, María Liliana Celorrio, entre otros, encontré la que fuera mi voz por unos años.
El erotismo, el sexo, la miseria, la necesidad, la prostitución; personajes del día a día, con vidas caóticas, rutinarias, sin héroes ni finales felices, más bien podría decir que casi sin finales, pues por lo general es una tendencia en mis obras el dejar los relatos abiertos como para dar la sensación de continuidad, porque así es la vida misma, no se detiene por más que desees no despertar para seguir viviendo el suplicio diario; son las temáticas que más he explotado en mi literatura. También me gusta sonsacar conflictos internos en los personajes, hacerlos reflexionar constantemente sobre la marcha de la historia. Tensarlos, ponerlos en situaciones incómodas, difíciles de afrontar y desafiarlos a su realidad. Siento que el lector agradece eso. Es una especie de experimento ante su propio yo y evalúan de cuánto son capaces o de cuánto no, y en caso de que no se atrevan a hacer cosas como esas, pues de alguna forma están experimentando la sensación a través de mis personajes.
Debo admitir que soy una mujer sin prejuicios, o con muy pocos para no sonar absoluta. Ver en el sexo un tema tabú ya es prehistoria, los tiempos que corren son grotescos y es preferible siempre hacer el amor y no la guerra. Desgraciadamente ambas cosas son propias de nuestra naturaleza más intrínseca, en mi caso siempre preferiré dar más sexo que muerte y desgracia, ya de eso tenemos suficiente. Escenas crudas y fuertes —me dices— para mí son simplemente escenas, como tantas otras, lo demás son ideas preconcebidas y estereotipadas.
Has publicado en antologías y revista de Austria, Venezuela, Francia, España, Polonia, Estados Unidos, México, Colombia, y Argentina. ¿Qué tan importante consideras este tipo de difusión en el marco de tus expectativas como escritora?
Es vital. La promoción que se logra al publicar en otros horizontes te remonta, con la sistematicidad y la constancia, claro está, a un referente dentro de tu generación, meta que, por supuesto aún no he alcanzado, de hecho, ni siquiera es una meta; no te negaré que me gustaría el día de mañana saberme referenciada al hablar de la narrativa en la primera mitad del siglo XXI en Cuba, pero no es ahora mismo una presión bajo la cual trabaje. Lo cierto es que la visibilidad es importante en la carrera de cualquier artista, en mi caso no suelo separar a los escritores de esa categoría, puesto a que la escritura también es arte, no sé por qué razón suelen mencionarlas por separado, pero bueno, esa falacia de algunos al decir que no les interesa ser reconocidos y que escriben para sí mismos no para los lectores etc., no es más que el escudo antes no alcanzar el éxito y ver su carrera rozar la mediocridad. Pienso que para todo el que escribe, el que su obra sea reconocida, mencionada, leída es lo que concluye el trabajo, escribirla y publicarla es la fase uno de ese resultado, solo puede concluir cuando llegue a mano de los lectores, los críticos, al público en general, ahí habrá alcanzado su objetivo, y para eso se torna imprescindible una promoción adecuada, con una estrategia coherente que permita a ese producto llegar a la mayor cantidad de personas posible.
Publicar en esos otros países, mucho más de lo que he logrado publicar en Cuba, ha sido siempre una experiencia grata. Interactuar incluso con lectores de habla no hispana y que me compartan sus emociones al leerme nutre, retroalimenta muchísimo, pues la cotidianeidad de mis personajes en las obras es comprensible en un plano más continental, incluso más regional pudiera decir, ya una vez fuera de esa geografía, en Polonia, en Austria, por ejemplo, se descontextualiza y cuesta un poco más entender. No son historias precisamente cosmopolitas, por ello el mérito lo siento doble al lograr llegar a esos lectores.
Pero ya siento una necesidad imperante de publicar en mi país. Lograr compartir en el gremio con productos cosechados en mi tierra, publicar en las editoriales de Cuba y gozar del privilegio de saberme algún día en el catálogo de Letras Cubanas, Editorial Abril, Ediciones La luz etc.

También te has desempeñado como editora. Háblanos de esta faceta.
Esta realmente es una faceta nueva. En el plano del oficio como editora siento que aún hay un largo camino por recorrer. Uno va aprendiendo sobre la marcha, editando sus propias obras, las obras de los colegas, pero dedicarse a eso de a lleno es una tarea ardua. Siempre el editor será como el héroe incógnito, el rostro bajo la máscara, por llamarlo de alguna forma. La propuesta de integrar el colectivo de la Editorial Santuario en República Dominicana me llegó de forma abrupta, completamente inesperada. Mandé una obra, gustó, me preguntaron por la corrección y estilo, revisaron links de mis trabajos, una serie de preguntas y me propusieron el puesto. Me mandaron unas obras muy muy malas para que editara las primeras tres páginas y emitiera un dictamen. Quise ser lo menos brusca posible y hacerme creer hasta a mí misma que podría salvar aquellas novelitas rosas, pero tal vez no fui lo suficientemente convincente. Es posible que lo que tecleaba mientras hacía el dictamen no fuese precisamente lo que por consideración a aquellas 182 páginas quería expresar, ahí estuvo mi subconsciente sin dejarse doblegar haciendo de las suyas. No obstante, he logrado luego editar obras que gozaron de más coherencia y la satisfacción ha sido inmensa. Pero sin dudas lo mejor de esta faena es lo mucho que se aprende en el camino. Ayuda a ver con otros ojos nuestros propios materiales, emitir un criterio omnisciente, perfeccionar el estilo, limpiar de forma más precisa el texto y sobre todo nos ayuda a desprendernos de esas partes a las que tememos meter tijera siempre, pues se aprende a reconocer cuando hay hilos sueltos en la obra de los cuales hay que deshacerse sin piedad.
¿Qué opinión tienes de la literatura que se genera dentro de Cuba?
La literatura de mis coterráneos es inmensa, ¿qué otra cosa podría decir? Cuba pare cada año poetas, sobre todo poetas, que bastan dos versos para tragarse el mundo. Siento que vivo en una Isla de poetas, poetas muertos, poetas vivos, poetas zombis, poetas en todas sus versiones. También sobreviven narradores a la altura de esos poetas, nos vamos sumando de dos en dos para llegarle al verso, pero siempre está el que llega sin tener que empinarse mucho. Yo vivo feliz con la literatura cubana. Hay quienes dicen que ya no se leen buenas cosas últimamente, yo la verdad pienso todo lo contrario. Me da mucha alegría cada vez que me topo con una nueva voz llena de fuerza. Incluso voces muy jóvenes que se empinan con la fuerza de un cometa, eso me hace feliz. Esos niños son niños que leen.
¿Cómo ves el panorama literario de los escritores cubanos que producen fuera de la isla?
Ese panorama va cada vez mejor. Así de simple. Estamos buscando alternativas reales. Acercándonos al desarrollo tecnológico, viendo nuestras obras a la venta en Amazon promocionándose hacia otros horizontes, traducidas a otros idiomas, sobre todo la de los más jóvenes, a los cuales nos ha tocado lidiar con escaseces profundas y entendemos cuáles son las prioridades, así que solo nos queda tantear soluciones, y eso hacemos. Más sé que al final todos anhelamos lo mismo, cuando la crisis del papel y las veinte mil otras letras pasen, seremos parte de ese colchón editorial publicable en la Isla, tenemos fe.

Nómbrame autoras y escritores que hayan influenciado tu literatura.
Hace unas tres preguntas más arriba mencionaba algunos cercanos a mi generación en el contexto nacional, pero no puedo cerrar esta respuesta sin antes mencionar a José Soler Puig, santiaguero de pura cepa como yo, uno de los que se estudia en clases de literatura y que nunca incumplió a mis expectativas. Debo confesar algo que siempre menciono cuando me hacen esta pregunta: “los clásicos no suelen ser mi referencia”. De hecho, habrá unos cuantos que nunca me haya leído, tal vez no he sentido la necesidad. Estudiar en la Onelio y leer Desafíos de la Ficción, de Eduardo Heras León te pasea por todos esos grandes de la literatura universal y de algún modo te vas llevando la esencia de cada uno. A algunos ya los conocía, otros los descubrí en ese viaje y fui buscándolos de a poco, pero me despojé de unos cuantos en el camino. Contrario a lo que muchos piensan, no creo que sea imprescindible para este oficio haberte leído a todos, basta con ir descubriendo lo que en cada momento te exija el crecer dentro de este mundo. Tal vez más adelante me sienta en deuda y busque la forma de reconciliarme con Gabriel García Márquez, que siempre bromeo diciendo que es un intenticidio leerlo, quizás termine Rayuela un día, me lea por tercera vez El Quijote, las sagas de las hermanas Brontë y así, ahora pudiera ir mencionando a quienes sí han influenciado de alguna forma mi formación e iré de lo más clásico a lo más contemporáneo y de un género a otro sin ton ni son porque detesto los esquematismos y el postureo, y comenzaré por Clarice Lispector, Borges, Barbara Wood, Bukowski, Daniel Chavarría, Juan Rulfo, Jane Austin, Carlos Frabetti, Alejo Carpentier, Poe, Kafka, como no mencionarlo, entre otros que me place volver a sus páginas de vez en cuando.
¿Qué libros estás leyendo en la actualidad?
Unos cuantos, algunos materiales de estudio propios de mi especialidad (Antropología Física), releo Música de cañerías, de Charles Bokowski y los cuentos completos de Clarice Lispector. De vez en cuando avanzo en la culminación de Madame Bovary y en Orgullo y prejuicio, esta última cada cierto tiempo me gusta volver a ojearla, encuentro cierta paz en la literatura de esa época.
¿Qué proyectos literarios creativos mantienes? ¿En qué estás trabajando en estos momentos?
Trabajo en dos proyectos de libro, que como ya mencionaba al inicio de la entrevista, no tienen mucho que ver con este libro inicial Rostros, es el caso de un compendio de cuentos que posiblemente lleve el título de su primera obra: Cifras, sobre historias de vida y muerte en varias partes del mundo durante tantos meses de pandemia; también está en proceso creativo un proyecto de cuentos que hacen alusión a enfermedades mentales raras que tentativamente puede llamarse Ne(ce)sidades, nombre del segundo relato. Estoy terminando de editar ahora el que sería mi cuarto libro: Bestias Interiores, para enviarlo a alguna editorial y espero respuesta del tercero: Matices de Vida que mandé a evaluación a una en México, ojalá y sea positivo el dictamen. Mientras tanto sigo en tarea de divulgación y promoción de Rostros, y continúo a la espera impaciente de que salga ya al mercado De amor y otras aberraciones bajo el sello editorial Letra Latina.
Ha sido un gusto, Lisbeth, muchas gracias por tu tiempo.
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