- Diego Maenza
- 12 feb 2020
- 3 Min. de lectura

Piedras y espinas de Joe Millojara se construye a golpe de dramas crudos y dolores latentes en medio de los parajes amazónicos, donde se plantea su comienzo, hasta llegar a la dureza fría de la niebla quiteña, en la que constataremos su abrumador final.
Aquí bulle Octavio, en los intersticios de una sociedad que fabrica la idea del macho dominante, que se cree poseedor de la voluntad casi divina de someter a su antojo, de doblegar a su voluntad, a quienes considera sus subalternas: las mujeres; aquí padece Amelia, agitada por un machismo abusivo y normalizado. Allá, en el frío de mal genio, sufrirá un muchacho que tuvo la mala fortuna de nacer en una sociedad que cosifica al humilde y premia el abuso, que castiga a la víctima y gratifica al victimario: la sociedad del sálvese quien pueda.
San Jacinto es un pequeño Macondo que dejó hace mucho tiempo la intimidad inicial de sus diez casas para poblarse de habitantes llegados de todas las zonas del país. Aquellos fundadores acudieron a la búsqueda del oro negro, pues en aquella época fue noticia nacional el que las empresas petroleras se encontraban explorando la Amazonía. Es aquí donde se levanta la primera escuela, rústica y desvencijada, pero con Camilo, un joven y apuesto profesor (de sangre liviana afirman) que llega desde la sierra ecuatoriana a modificar las vidas para bien y para desgracia, porque si bien es cierto que un maestro ilumina las mentes de sus educandos, nuestro garboso preceptor se empeña en seducir a su alumna Cecilia (hija del rígido don Octavio), una jovencita que debido a las deserción escolar frecuente en la zona, ha llegado a sus quince años sin cursar estudios escolares. La belleza de la joven deslumbra a Camilo, quien no manifiesta reparos para enamorar la inocencia gentil de la muchacha.
Allá, en el Quito de finales de siglo, se vivirá la tragedia de Cecilia, que la llevará a una travesía infernal donde no solo será desdeñada por el amor al que se ha entregado sin cortapisas, sino abusada sexualmente por un familiar, y donde Cecilia será sometida al contraste de las diferencias sociales, a la vejación y abuso de los patrones, a la humillación de la clase que se considera superior.

Cecilia deberá ganarse la vida a costa del abandono momentáneo de su hijo, quien crecerá sin sus directrices y cuidados, sometido al escarnio de la indiferencia social. En Quito, Cecilia luchará por hacerse un lugar en la vida y reencontrarse con el amor, en medio de las miserias que padecerá junto a su pequeño Antonio, un recorrido de tintes sobrecogedores que los conducirá a un inevitable final de tragedia.
Las situaciones de Piedras y espinas son dibujadas con precisión, y los diálogos caracterizados por un lenguaje coloquial que rinde tributo a los maestros de la Generación del 30: el cuidado para acertar con la palabra indicada para cada contexto. Destacan las descripciones de los parajes, bucólicos y placenteros, que sin rimbombancias innecesarias incentivan a la contemplación, pincelados con una voz cercana a la prosa poética.
Sus temas, crudos y abordados sin ambages, se suman al debate contemporáneo: las relaciones con menores de edad que son normalizadas, las violaciones físicas a la mujer, los maltratos con golpes de los machos de la especie, el daño psicológico, el desprecio y abandono de los hijos. son, en sí, los problemas sociales más obvios, pero afrontados en los dramas menos previstos y abordados con un realismo crudo, que emite los ecos poéticos de la selva de Cumandá, pero sin romance de por medio (en esta realidad de desdichas no habrá oportunidad para los amores).
Piedras y espinas de Joe Millojara no es una apología a la moralidad, tampoco un breviario de interacciones sociales. Es, eso sí (no hay cómo negarlo), una advertencia casi explícita de la necesidad de atender a una sociedad ebria de indiferencia en tiempos displicentes, y de cómo la paulatina corrupción de las almas más candorosas puede conducir a la desesperanza y la tragedia. Piedras y espinas de Joe Millojara es un grito de advertencia para alertar a la sociedad.

- Diego Maenza
- 29 ene 2020
- 3 Min. de lectura

Te regalo mi cordura (Editorial El Conejo), novela de María Dolores Cabrera, juega con la mente del protagonista, y su voz se complace en engañar constantemente la mente del lector. Narrada a dos tiempos, uno desde una perspectiva individual en primera persona, en la cual se sumerge en los pensamientos de nuestro antihéroe por medio de un monólogo interior joyceano, y otro, a través de diálogos narrados por una voz omnisciente que orbita entre la vida de Carmen, su apático marido Marcos, su enfermizo hijo Marquitos y el joven y enigmático Martín.
Marcos es un hombre rígido y pragmático, dedicado a su trabajo y preocupado por las cuentas del hogar. Carmen, una mujer de clase media alta, insatisfecha de su vida amorosa debido a los constantes desprecios de su marido, y Martín un joven talentoso que llega a revolverles la vida y que luego se verá aquejado por las espinas de la culpa, una condena personal que Martín deberá cargar como un fantasma sobre sus espaldas. Marco Andrés, el joven hijo de Carmen, agoniza con nefritis lúpica, una rara enfermedad que se presenta como telón de fondo.
Los personajes evolucionan. La transformación de la mente de Martín poco a poco sucumbe en la nostalgia y la locura criminal, pero también retorna a ser el hombre apasionado y amoroso en el que alguna vez se convirtió. Es evidente también la metamorfosis de amor-reverencia-miedo-odio de Carmen hacia Marcos, y que es aprovechada por Martín que vivirá una aventura de pareja que nos traslada desde algún bar de la Plaza Foch hacia algún sitio remoto de República Dominicana, mientras Carmen se abraza cada vez más a su novela que contiene una historia de amor.
En el prólogo de la obra, Galo Galarza advierte la relación entre Carmen y Madame Bovary, como un retrato de una clase media que hace malabares para subsistir y amar en un sistema donde prima la prisa, la cuenta del banco, el estatus social, la mentira.
Por mi parte quisiera evidenciar la relación existente entre Martín y el Raskólnikov de Dostoievski. Aquejado por las sombras de la culpa, Martín buscará un refugio para escapar de su condición de enajenamiento en una exploración sin cortapisas de su propia identidad. El paralelismo llegaría incluso más allá, al notar a su solidaria y sufrida hermana Sandra en comparación con la Sonia dostoievskiana.
Martín evoca al Juan Pablo Castel de Sábato y al Raskólnikov de Dostoievski, pero también se apega a la tradición de la que parte: al imaginario de locura de Pablo Palacio. Te regalo mi cordura mixtura de manera acertada y tributaria los dramas de una nueva Madame Bovary de la niebla quiteña y un Raskólnikov de nuevo cuño que pugnará por desafiar las barreras de su moral y los fantasmas de su mente, situaciones narradas en logrados pasajes que encabezan las partes de cada sección, contadas con un vuelo cortazariano, y con la novela El penúltimo sueño de Ángela Becerra de trasfondo, en una puesta en escena en donde nada, absolutamente nada, será lo que parece.
Te regalo mi cordura parece decirnos que es en la insania y en la muerte en donde el ser humano encuentra cierto espacio de redención para consumar una felicidad que la realidad no otorga, porque como bien nos lo advierte María Dolores Cabrera, a veces la muerte es la única manera de poder perpetuar un amor.

AUTORA: María Dolores Cabrera
Editoriaĺ: El Conejo
ISBN: 9789978874431
Páginas: 260
Pide la novela en:
Librería Rayuela: https://www.rayuela.ec/l/te-regalo-mi-cordura/32436/9789978874431
O en la web de la autora: https://www.mariadolorescabrera.com/442139678/product/3793544
- Diego Maenza
- 17 ene 2020
- 6 Min. de lectura

Manuel Raya es un escritor peruano de novela y relatos. Es economista por la Universidad Nacional del Callao y abogado por la Universidad Nacional Federico Villarreal. Con cuatro libros publicados: Mundo In-Mundo, El tiempo y la destrucción, El origen del miedo y Los miedos del mundo (este último publicado por la editorial colombiana Higuera Editores) ha quedado finalista en diversos certámenes literarios en la categoría de cuento. Realizador de diversos talleres literarios, ha estado presente en diversas ferias de libros en todo Perú. Como escritor se encuentra empeñado en difundir temas de literatura a través de sus redes sociales, y comparte entrevistas realizadas a otros escritores como Enrique Verástegui, Carlos Calderón Fajardo, Rodolfo Sánchez Garrafa, Cronwell Jara, Leoncio Bueno y Rodolfo Ybarra.
Tomé contacto con el autor y conversamos sobre el panorama literario de Perú. Esta fue nuestra conversación.
¿En qué momento se despertó tu pasión por escribir? ¿Cuál fue el instante de epifanía en el que dijiste quiero dedicarme a esto?
Cuando uno es un lector infatigable siempre tiene encendida esa llama de que algún día podrá escribir una historia y de que esta pueda estar ahí en la biblioteca al alcance de otro lector. Siempre he tenido esa sensación de que querer escribir ya sea en el colegio, en la universidad o cuando estaba en el bus. Recuerdo que a los diecinueve años presenté mi primera novela a un concurso que se realizaba en España. Mi nombre no figuraba ni en las menciones honrosas pero no me desanimé. Siempre tuve la certeza de que no sería fácil. Dedicarse a escribir es para valientes, para soñadores o para alguien que esté convencido de que al principio nadie lo leerá sino que con el tiempo se valorará tu trabajo. Fue hasta los veintinueve años, poco antes de casarme, que dije: “Voy a dejarlo todo y dedicarme solo a la literatura”. Con dejarlo todo me refiero a no ejercer en las carreras de Derecho y Economía que había culminado. Tomé la decisión de dedicarme solo a escribir.
¿Mantienes una rutina al momento de escribir?
Vargas Llosa suele ser muy disciplinado a la hora de escribir y ahí radica el fruto de su éxito. Pienso en el trabajo del escritor más que el talento. Suelo escribir por las noches, mientras todos duermen. El silencio es mi cómplice perfecto. Antes en cambio, solía escribir de día. Había muchas distracciones. A cada momento tocaban la puerta o el ruido de los niños jugando en las calles, no me permitían concentrarme. Felizmente el barrio por donde vivo actualmente, se caracteriza por ser un barrio que tiene al silencio como uno de sus componentes.
Y bueno, suelo escribir poesía cuando suelo estar triste, no me había puesto a pensar en ello, pero creo que me da por recordar episodios como los incendios forestales, el exceso de violencia, las injusticias que ocurren a menudo o porque alguna persona que estimo me ha decepcionado.
Eres cuentista y también has escrito novela. ¿Cuál es la ventaja de trabajar en cada género?
Como cuentista uno tiene menor tiempo parar contar una historia, en cambio con la novela uno dispone de mucho tiempo para hacerlo. Cortázar decía que la novela se gana por puntos pero en el cuento se gana por nocaut.
Una novela la puedo trabajar por años, como me pasó con “El tiempo y la destrucción”, que me tomó escribirla cerca de unos quince años. Hay personajes que conocí al salir del colegio y otros que conocí al estudiar la carrera de Derecho, que fue mi segunda carrera. Hay un lapso de cinco años en el que dejé de contar o no cuento sobre esos años, porque me dediqué a estudiar como no tienes idea. Los números no eran mis amigos y no nos llevábamos bien. Pasaba mucho tiempo en la universidad. Salía de casa a las cinco y treinta de la mañana para llegar poco antes de la ocho a estudiar. Me quedaba mucho tiempo estudiando para acabar una carrera (Economía) que fue todo un reto. Desaprobé muchos cursos en el camino pero a pesar de eso continúe y logré acabar con ciertos méritos mis estudios. Creo que estudiar Economía me dio la resistencia y perseverancia para no rendirme ante nada. Me dio más que eso. Me dio estabilidad, me dio seguridad, confianza para continuar con mis sueños. Luego viene el Derecho y es ahí donde conozco a nuevas personas que serían los personajes que completarían la novela que escribí.

¿Qué encuentras positivo al producir literatura desde Perú?
Ser escritor en el Perú es luchar contra la ignorancia. Escribir es un acto de soñadores y la tarea es contribuir a que en un país dónde su gente no lee por qué no tiene la costumbre de hacerlo, empiece a cambiar. Un escritor debe motivar a los lectores creando historias que tengan un mensaje de cambio, de rebeldía ante los problemas cotidianos, de amor por los libros.
He tenido la oportunidad de viajar como escritor invitado a varias ferias de libros y veo que fuera de Lima, se lee mucho. Yo vivo en Lima y escribo sobre ella porque la conozco, esta es mi ciudad, el mundo que retrató en mis historias. Es por ello que escribo de sus calles míticas como La plaza San Martín, el jirón De la Unión o el jirón Quilca por donde estuvieron y vivieron la literatura escritores como César Vallejo, Martín, Enrique Verástegui, Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Ribeyro, entre muchos más.
¿Qué dificultades encuentra un escritor peruano?
Como a todo escritor alguna vez le debe haber sucedido, a veces te encuentras con personas que simplemente no les gusta leer. Es parte del oficio. Pero uno de los mayores problemas que pasa es la poca difusión por parte de los medios. En estos tiempos un delincuente tiene una publicidad masiva en los medios. A la literatura y a los libros no se le da mucha difusión y es que muchas veces que la gente lea es un problema para el sistema. Un lector no caerá en el consumismo o no comprará “tecnología” o cosas que simplemente no necesita, ya que al leer tus hábitos y tu manera de vivir cambia. Te pones a pensar, a cuestionar, a ver la vida de otra manera. Leer te hace libre y ese el camino para soñar.
¿Mantienes un modelo independiente de distribución de tu obra? ¿Qué experiencias positivas has encontrado y cuáles son los obstáculos?
Muchas veces cuando un escritor es independiente tiene que hacer labores de editor, difusor cultural, lector, Youtuber, publicista, relacionista público, etc. El escritor debería sentarse a escribir, terminar un libro y empezar otro. Algunas veces para difundir la obra debería ir a presentaciones programadas por la editorial pero lamentablemente eso no pasa, porque una editorial trabaja con muchísimos escritores y le sería imposible difundir a todos. Hay cosas que van más allá de escribir y es simplemente la difusión de la obra para generar lectores y que el escritor pueda tener cierta estabilidad y así pagar las cuentas.

¿Cuáles son las autoras o escritores que piensas que han influido en tu obra?
Mis grandes referentes literarios son Bukowski y Ribeyro, sin duda. También mucho de lo que leído de Victor Hugo Viscarra, Vargas Llosa, García Márquez, Fernando Vallejo, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, José María Arguedas, Jean Genet, Reynaldo Arenas, Leopoldo María Panero y muchos más, han influido en mi prosa. Uno es una mezcla de todo lo que ha leído. Por los libros que lees, sabrás quién eres, dice un adagio.
¿Qué autor o escritora contemporánea recomendarías?
Guillermo Fadanelli, es un autor mexicano que tuve la oportunidad de conocer el año pasado (2019) en Bogotá, cuando se desarrollaba la FILBO. Sus libros se configuran dentro del realismo urbano o como se diría en Estados Unidos en el realismo sucio, dónde estuvo enmarcado Bukowski. Un autor debe buscar incomodar al sistema con sus libros. La literatura es una manera de resistir, protestar y cambiar el mundo, y es por ello que recomiendo a este autor.
Y algún libro clásico.
Rojo y negro de Sthendal es un libro que todo escritor debería leer. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, también. Ambos libros resaltan el lado más profundo de lo humano. ¡En estos tiempos cuántos Quijotes nos hacen falta!
¿En qué proyectos literarios te encuentras trabajando en la actualidad?
Acabo de terminar una novela de ciencia ficción que si todo sale bien, en los próximos meses será publicada en Bogotá, Colombia. También estoy escribiendo unos cuentos, de los cuales algunos están dispersos y debo unir para formar un nuevo libro. Tengo dos libros de poesía que todavía no me he animado a publicar. Y bueno, estoy a la espera de propuestas editoriales para poder publicar en otros países.
Gracias por tu tiempo Manuel.
¡Muchas gracias por la entrevista, Diego! La pasé genial respondiendo todas tus interrogantes.