- Diego Maenza
- 15 ene 2019
- 6 Min. de lectura
Viviana Cordero es escritora, directora teatral y de cine. Ha publicado las novelas El paraíso de Ariana, Una pobre, tan ¿qué hace?, Voces y El teatro de los monstruos. Asumiendo riesgos y acoplándose a los nuevos tiempos, Cordero ha lanzado en formato digital El teatro de los monstruos y asegura que sus otras novelas también verán la luz en formato electrónico. A finales de 2018 me comuniqué con la autora para proponerle una entrevista. Este es el resultado.

La primera edición de El teatro de los monstruos data del año 2000. ¿Cómo nació la novela y cuánto tiempo trabajó en ella?
Esta novela surgió al encontrarme encinta de mis mellizas y comprender que una época de mi vida había terminado para siempre. Yo tenía 30 años y me percaté de que mi intensa y alocada juventud había terminado. Siempre había querido inmortalizar a seres que me impactaron a una cierta edad, que me acompañaron a crecer y que quería mantenerlos siempre jóvenes, así que la comencé a escribir estando embarazada y se publicó 5 años después. Ese fue el proceso aunque yo diría que la escritura comenzó con las vivencias, con los sueños, con ciertos escritos que comencé a garabatear en mis veintes. El proceso de escribir una novela es largo y no comienza solamente cuando uno se pone ya seriamente a escribir.
En El teatro de los monstruos hay seres deformes tanto de físico como de alma, hay viajes placenteros y de los que ya no se retorna, viajes a las drogas y a la muerte, pero también hay momentos lumínicos y jocosos; las voces que se cruzan, las historias que se narran, las desventuras de los personajes, ¿en qué medida pertenecen al universo de la ficción y en qué medida a lo tangible de lo real?
Cuando la releo, me pregunto ¿qué sucedió y qué no? Hay tanto de ficción y tanto de realidad, pero la mente del escritor es un torbellino y siempre nos contamos las historias a nuestra manera. Alguna vez uno de los arquetipos de un personaje al leerla me dijo: Pero nada de esto pasó, no entiendo a qué te refieres cuando sostienen haberte basado en nosotros. Ese es el misterio de la escritura y eso es lo mágico, que las historias trascienden y adquieren vida propia. Yo visualicé e imaginé personajes como yo los quería. Por eso soy escritora, pero a la vez, ciertas vivencias, ciertas situaciones sirvieron de trampolín. Ya he dejado de preguntarme en mis escritos qué es cierto porque como dice Mary Karr, nada es cierto, es tu visión de una verdad y eso ya la hace una mentira, una ficción. Creo que mis Monstruos se ganaron el derecho de tener vida propia y ya no importa qué fue o qué no.

En la novela los personajes acuden al desarraigo en sus diferentes facetas, y en diferentes momentos todos emigran de Ecuador (país de mierda, al decir de Raúl) para explorar Europa o Estados Unidos, pero al final se ven abocados al retorno (la maldición del Pichincha, le llama un personaje). ¿Tiene algo que ver con su experiencia?
La verdad es que sí. Yo viví mi juventud en París soñando con volver y cuando volví soñé con migrar pero ya la vida no me lo permitió. He amado mucho este país, con los años lo sigo amando, pero me he llenado de desencanto, porque como dice Milena, el Ecuador no es un país para pájaros y he visto muchos sueños truncos, muchas ambiciones cortarse. En mi caso he logrado mucho, de manera que no debería quejarme, (películas, teatro, novelas) pero qué duro ha sido el camino. Creo que hay países que aceptan y respetan mucho más el arte, sin que sea nada fácil surgir, pero mi profesión es complicada. En cuanto a “la maldición del Pichincha” es algo que lo he ido constatando a lo largo de mi vida, no sólo conmigo sino con mucha gente que volvió pensando que lo hacía temporalmente y por una u otra razón nunca más pudo volver a salir. No es un pesimismo ni una actitud negativa, a cada uno le toca lo que le toca, por eso es más bien una constatación. Hay una energía muy fuerte aquí que le jala a uno.
“La vida no viene con manual”, es la consigna de Raúl que se repite a lo largo del libro. ¿La literatura viene con manual?
Sí y no. Los manuales son las grandes novelas que nos precedieron, los grandes escritos. Qué habría hecho yo sin los griegos, sin Manhattan Transfer de John Dos Passos, sin En el camino de Jack Kerouac, sin todo lo que he leído y que me ha enseñado, tantos escritores que me guiaron y que me formaron, son mis manuales, pero también creo en el experimentar, en el aventurarse, en el arriesgarse. Creo que hay un justo equilibrio en que sí debemos leer manuales, pero para luego cerrarlos. Uno no se hace escritor sin leer, sin aprender gramática, ortografía, sin asistir a talleres. La escritura demanda mucho estudio.

¿Cómo ve el panorama actual de la literatura ecuatoriana?
Yo no sirvo para juzgar, porque creo que al haber tantos soñadores como yo, lo que nos debemos es apoyo total. Pero creo que camina, que caminará siempre porque la literatura, es decir la pasión por escribir no tiene nacionalidad y habemos un montón de locos que no escuchamos razones y que nos aventuramos. Siempre habrá literatura ecuatoriana y pues, como en todo, habrá mucho de bueno y de malo. Veo que algunos escritores han surgido en el exterior, eso es bueno. Veo que el país crece en voces, eso es bueno. Veo con buenos ojos y con mucho optimismo.
¿Y a nivel de Latinoamérica?
Latinoamérica siempre ha tenido gran literatura. Grandes escritores. Somos un continente de narradores, tal vez porque nos encanta el drama, la telenovela; nos encanta contar. En lo personal me apasiona ser parte de este continente, nos permite explorar mucho, experimentar. Uno encuentra historias en cada esquina. A veces siento que me gustaría vivir cien años más solo para poder seguir contando historias. Me va a faltar el tiempo para hacerlo, porque una novela demora, al menos en mi caso, no soy rápida sacándolas, me toma por lo menos 4 o 5 años. Pero este es el continente de los movimientos, el realismo mágico de García Márquez, del realismo de Vargas Llosa, del urbanismo de Fuguet, de la exuberancia de Jorge Amado, de la poesía de Borges. Creo que al Ecuador le falta explorar más todo ese campo, volar, no saltar a la globalización sino a lo que nos hace únicos. Nos siento a veces poco audaces.
¿Qué escritoras y escritores siente que han influido en su escritura?
Muchos, primero Colette que me sirvió de base con La Casa de Claudina para mi Paraíso de Ariana, luego Jack Kerouac y Laurence Durell que no me desampararon mientras escribía Monstruos. Ahora estoy encantada con una escritora canadiense llamada Rachel Cusk. Pero en su momento, porque esto cambia con la edad, no puedo dejar de agradecer a García Márquez a Vargas Llosa a Louisa May Alcott quien con sus Mujercitas me hizo soñar con leer y con escribir en mi niñez, en su momento me fascinó y no podía soltar Simone de Beauvoir, Edith Wharton me ha acompañado siempre. Coetzee y su personaje Elizabeth Costello me marcó enormemente, Tolstoi y Anna Karenina… Hay muchos que en este momento olvido. Sin mis escritores preferidos no habría nacido la escritura.

¿A qué responde la decisión de publicar su libro en formato digital?
A que yo amo leer en digital. Desde que descubrí el Kindle mi vida cambió. De pronto ya no me veía obligada a llevar una maleta llena de libros porque yo soy persona de leer varios libros al tiempo, sino que un aparato que cabía en mi cartera llevada mis 400 libros. No estoy para nada de acuerdo con aquellos que dicen que no pueden leer si no es en papel. Los lectores digitales tienen pantallas que no dañan la vista, en los que se puede subrayar y tomar notas, que se aclaran o se obscurecen de acuerdo a la luz. Es mucho más barato, más ecológico y sí yo soy una compradora compulsiva en formato Kindle, lo mínimo que podía hacer poner mis novelas (ya vendrán las demás) en una opción asequible a todo el mundo. Que se la puede comprar sin problemas en cualquier país sin tener que ir a una librería. Creo que fue uno de los avances tecnológicos a los que más rápido me adapté.
El teatro de los monstruos se encuentra disponible en Amazon.
Página web oficial de la escritora:
- Diego Maenza
- 9 ene 2019
- 2 Min. de lectura
Bird Box comienza con un planteamiento social y poco a poco se va construyendo como una película intimista. Quien llegue a Bird Box, la película de Susanne Bier, buscando la impresión fácil, se decepcionará.
La intención de la historia es mostrar el lado humano en momentos de desesperación, no el acomodaticio susto del espectador. El único problema es que en su intento de formular un planteamiento profundo no llega a cuajar en sus pretensiones. Se ha querido ver, tanto por la crítica especializada como por los espectadores, su cercanía a filmes como El incidente de M. Night Shyamalan, o La carretera (basada en la novela homónima de Cormac McCarthy).

Me agrada la idea de poder emparentarla con Ceguera de Fernando Meirelles, en su anhelo de tocar fibras filosóficas; pero del mismo modo que Meirelles fracasa al asumir la ficción de Saramago (su película está basada en la novela Ensayo sobre la ceguera), Bird Box no consigue su pretensión de construirse como ficción filosófica.
Hay ciertos momentos en que los diálogos alcanzan una belleza inusual. Se evidencia durante la muy personal conversación entre Douglas (John Malkovich) y Malori (Sandra Bullock), o cuando Tom (Trevante Rhodes) narra el inconcluso cuento a los niños sin nombre.
Me parece un acierto la ambigüedad en la trama, al dejar abierta la posibilidad de que el espectador explore y juegue con sus hipótesis: los entes ¿son alguna forma inteligente de vida extraterrestre o son demonios?
El final poético de los pájaros me resultó sutil y en cierto sentido esperanzador, y por lo que he leído, un tanto menos oscuro que el final del libro en que está basada la película (la novela de Josh Malerman se titula de manera homónima).
A ratos, el ritmo de la trama se acelera de forma inesperada por lo cual la historia pierde la contundencia y complejidad que ha ido ganando de a poco. En los flashbacks conocemos la historia de Malorie hasta el momento en que da a luz, pero luego, de forma abrupta, la historia nos retorna al presente. Un salto de cinco años que nos deja boquiabiertos.
Algunos críticos reprochan la morosidad en contra de los aspectos de movimientos y acción. Yo clamaría por escenas más calmadas y por diálogos parejos, al nivel de las mejores escenas, que le terminarían brindando la profundidad que buscaba.
Hay que destacar la intención de riesgo, por plantear una película no convencional, pero hay que reprochar los espacios que cede al impulso de agradar a los espectadores.

Susanne Bier ha dirigido filmes intensos y complejos como Cosas que perdimos en el fuego y despegó su carrera cobijada en las directrices del movimiento Dogma 95 impulsado por Lars von Trier y Thomas Vinterberg. El libreto estuvo a cargo de Eric Heisserer, quien también fue responsable del guion de La llegada, la película de Denis Villeneuve.
- Diego Maenza
- 28 dic 2018
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 3 ene 2019

El teatro de los monstruos de Viviana Cordero es una novela que cautiva, que testimonia y que golpea. Historias de amor que se entrecruzan, sórdidas confesiones que despiertan nuestro asombro y un trasfondo histórico que se despliega al tenor de drogas, sexo, el roce con la cultura punk y la migración.
En el libro resalta el equilibrio de la forma, y una estética cuidadosa que alterna las voces narrativas al más puro estilo de Faulkner.
Se trata de un bildungsroman en donde las psicologías son construidas con mesura y plausibilidad. Los personajes son sólidos, ninguno opaca al otro en esta novela coral, porque cada uno de ellos puede superar al próximo en cuanto a desdichas y a tocar fondo. Más que de trama o de estilo, El teatro de los monstruos es una novela de personajes.
La muerte del aventurero Raúl y el hallazgo de un manuscrito son el punto de partida para que Milena escarbe sin piedad en la historia y sentimientos que tuvieron los implicados con el ahora fallecido amigo. Milena pide que aporten de forma escrita sus testimonios de esta etapa.
Milena ha sido la más práctica del grupo, pero luego de descubrir el manuscrito dejado por Raúl se ha conmovido y ha dado un salto de fe y comienza a rastrear su lado sensible.
Electra es la más atormentada, no solo por haberse unido a un hombre que no la sabe valorar sino porque su amor secreto hacia Raúl la ha dejado más insatisfecha con la vida.
El deforme Sinatra, que nació con un lado paralizado y con los órganos internos permutados, afronta la vida con la misma ferocidad que conserva para reírse de sus propios defectos.
Quizá sea en Raúl donde circunda con mayor empeño la historia. Hombre arrogante y con vigor, Raúl es el prototipo de joven aventurero que explora mundo y seduce mujeres a su paso.
Todos se desplazan por Ecuador, país del que en determinado momento terminarán emigrando pero al que volverán como víctimas de una maldición.
Las cuatro voces irán marcando la pauta para conocer una historia que se cierra con un final que conmueve y apresa.
Un libro de personajes, con un estilo mesurado y preciso, que no recurre a los excesos del preciosismo ni a la simpleza de lo escueto.
El teatro de los monstruos no es una novela para edificar ni para construir el espíritu, es una literatura que sirve para poner en evidencia nuestro lado cruel y doliente, nuestra faceta rencorosa y atormentada. Es una novela de aprendizaje, pero al revés, donde sus protagonistas se padecen a sí mismos, tan real como la vida, como nosotros, como esos monstruos desenmascarados.