- Diego Maenza
- 10 jun 2019
- 3 Min. de lectura
Roberto Arlt nació en Argentina y con su obra abrió paso a la literatura americana de la primera mitad de siglo. Nunca fue dócil en los estudios formales, pero se capacitó frecuentando las bibliotecas y nutriéndose de los rusos, de Gorki, Tolstoi y especialmente de Dostoievski. Trabajó como secretario de Ricardo Güiraldes; fue periodista; fue amigo de Onetti.

En tránsito entre la novela social y el existencialismo, Los siete locos (1929), retrata la Argentina de comienzo de siglo, y su imaginación la forja a partir de personajes bautizados (de pensamiento) en una élite secreta con pretensiones de visionarios que se disponen a modificar el rumbo de la historia por medio de empresas amorales.
Contada desde un punto de vista objetivo, del narrador solo conoceremos que es amigo de Erdosain y que este, en la estancia que pasó en su casa, le confesó la historia que narra.
De esta forma conocemos la historia de este curioso personaje y la turba de exasperados que navegan en contra de la moral para hallar un lugar en el mundo. La narración se centra en la mirada de Erdosain, y sus ilusorias realidades perpetradas en estado de vigilia, por medio de las cuales juzga y juzgamos a los demás personajes.
Remo Augusto Erdosain, de tendencia metafísica y con profundos problemas existenciales, se ve acosado por una vida para nada grata (deudas, merecidas inculpaciones por fraude, el abandono frontal de su esposa, que huye con otro hombre delante de sus ojos) que lo impulsa a cometer desliz tras desliz (robar o conspirar muertes).
El Astrólogo es un visionario que lidera la secreta logia que cambiará el mundo con un estrafalario proyecto que inicia con el control del negocio de los burdeles. En esta trayectoria de buscar adeptos que se conviertan a su fe redentora y amoral, se topa con Erdosain a quien jalonea a su costado. Nuestro antihéroe se incluirá por motivos para nada concernientes a alguna revolución que modifique la sociedad, sino que obrará por simple inercia y por el afán vengador de ver aniquilado a su antagonista de amores.
La obra explora los límites de la moral, de la soledad y la angustia ante la existencia, del hombre enmarcado en el contexto social que Arlt pretende desdibujar.
Los conflictos interiores de Erdosain catapultan la impronta temática de la obra hacia una narrativa de mayor complejidad que la mera denuncia.
Roberto Arlt, claramente influenciado por Dostoievski, desarrolla los temas recurrentes de su narrativa por medio de personajes marginales de la urbe, generalmente pequeños burgueses cargados de conflictos internos y degradados por una moral que choca en los valores contrapuestos de una sociedad desigual. Erdosain y el Astrólogo, cada uno con sus rasgos particulares y ubicados en su esquina respectiva, son enlazados por un giro del destino que los acogerá en el culmen de las más fétidas acciones.
La arquitectura de la novela es descuidada en alabanza al desarrollo de los temas, y la calidad formal de la obra queda relegada ante la maestría de narrar de Arlt. Obra dispareja formalmente. Obra de profundas implicaciones humanas en su temática.
Roberto Arlt aprendió de Dostoievski a retratar a los marginales. Sus temas de carácter urbano desfilan desde la incomodidad existencial hasta una suerte de denuncia social. Como a sus personajes, la vida no lo trató bien. Debido a una falla cardiaca, su corazón dejó de palpitar el 26 de julio de 1942.
- Diego Maenza
- 30 mar 2019
- 5 Min. de lectura
Cristián Londoño Proaño es un escritor que ha apostado por la ciencia ficción y la fantasía, géneros que empiezan a resonar y a atraer lectores dentro del país. Ha abanderado iniciativas como Teoría Ómicron, una revista digital especializada en estos géneros con proyección hacia todos los hispanohablantes y que ha aglutinado variadas y atractivas propuestas literarias, tanto de creación, crítica y difusión. A finales de 2018 e inicios del presente año, trabajé en la edición de su novela Doce horas que ha sido publicada por mi sello editorial Libros Duendes. La presente conversación despeja algunas dudas en torno a la novela y nos invita a conocer otras facetas de su creación.

¿Doce horas es una novela que imbrica en su narrativa la historia de una descarada lucha por intereses de poder y los pactos previos entre políticos y medios de comunicación, todo esto aunado a un trasfondo de suspenso. ¿Cómo fue concebida Doce horas, de dónde nació la idea?
Doce horas nace de mi crítica a la corrupción de la sociedad ecuatoriana. Una corrupción que no sólo se ha expandido a los niveles estatales, sino privados.
En un momento de mi vida estaba indignado con los casos de corrupción de los políticos y de los funcionarios estatales. Me puse a investigar los caso de corrupción, y comencé a advertir las relaciones entre la política, poder, dinero y los medios de comunicación. Supe de casos terribles de corrupción y de la lucha frenética por el poder. Luego, en ese estado de indignación y rebeldía me puse escribir la novela.
Es interesante notar que Doce horas también aborda las relaciones de pareja, ¿de qué manera usted las trata y qué otras temáticas subyacen en las páginas del libro?
En Doce horas, el tema de la pareja es casi central. La pareja es esencial para la sociedad. Cuando la pareja está enferma, la sociedad no avanza. En mi novela, hay dos parejas, la una ligada por intereses de poder, y la otra por intereses amatorios. Pero en ambas parejas hay abuso masculino, infidelidad y secretos no confesados.
¿Es tan sucia la política como se narra en la novela?
Como se la trata en la novela, la política es una lucha sucia de intereses. Pero la política es la ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados. Es decir, la política es útil al ser humano. El problema son los practicantes, los políticos. Aquellos políticos que luchan por tener poder por poder, y han abandonado las cualidades de su profesión: servicio, responsabilidad y mesura.

Doce horas tuvo una primera edición digital y ahora toma nuevos aires con una edición en físico. En su experiencia, ¿qué tan importante es cada uno de los modos de distribución y cuáles son sus ventajas directas?
La distribución de los libros se ha diversificado. Ahora los libros se distribuyen en digital y en físico. En este punto, las grandes plataformas como Amazon, Smashwords o Apple han logrado apuntalar la distribución de libros a precios competitivos. Gracias a la distribución on line un escritor ecuatoriano puede ser leído en Japón y España. Además de que el escritor obtiene el 70% de los derechos de su libro. Este cambio en la distribución de los libros favoreció al autor, pero hizo que el mercado editorial disminuyera.
Usted ha centrado el grueso de su obra en la ciencia ficción y la fantasía; no obstante, Doce horas escapa a esta categorización, ¿a qué responde esta necesidad de cambiar de registro?
Debo confesar que no es un giro en mi producción literaria. Doce horas fue escrita en el 2005 y estuvo lista para su publicación en el 2006, y constituyó mi primera novela. Es una novela de búsquedas. Buscaba mi estilo literario y los temas que me apasionaban. En esos tiempos, paralelamente leía ciencia ficción y no lograba tener una versión publicable de Los Improductivos. Pero por caprichos de la vida, la cronología se alteró. Luego de terminar Doce horas, comencé a enviar propuestas a editoriales, y no la publicaron, porque consideraban que era una novela polémica y podría traer problemas. No fue sino hasta el 2016 en que me decidí a publicar mi primera novela por medios digitales. Y luego en el 2019, el sello editorial Libros Duendes publica la edición en papel. Es decir, Doce horas fue la primera novela, y si se quiere se podría decir que luego enderecé el camino hacia la ciencia ficción y fantasía.

¿Cómo ve el actual panorama literario en Ecuador?
A breves rasgos, el panorama literario lo veo en una dinámica interesante. Hay nuevos autores que no son necesariamente de la capital o de Guayaquil. Casos como Martín Cadés en Ambato, Diego Maenza de Los Ríos, o Jorge Jaramillo de Sucumbíos. También, las escritoras ecuatorianas han surgido con nuevas narrativas que han logrado captar la atención internacional. Es innegable el trayecto exitoso de la literatura infantil y juvenil, que ha logrado encantar a sus lectores y premios internacionales. También, la poesía tiene varios nombres ilustres, que son considerados referentes continentales. Pero también hay racismo a las otras literaturas. Todavía la ciencia ficción y la fantasía no son consideradas importantes en el panorama literario nacional. Estas literaturas son invisibilizadas. En el país existe solo un crítico especializado en ciencia ficción.
¿Y en Latinoamérica?
Es una pregunta muy amplia. Latinoamérica ha seguido creciendo literariamente. Ya se pasó el Boom y los escritores han surgido. Focalizando mi respuesta a mi área, que es la ciencia ficción y la fantasía, hay autores interesantes que han comenzado a surgir en los países latinos. Tenemos autores como Jorge Baradit, Jorge Collao o Armando Rosselot en Chile, Antonio Mora Vélez en Colombia, Carlos Federici o Mónica Marchesky en Uruguay, Laura Ponce en Argentina, Daniel Salvo en Perú, Iván Prado Sejas en Bolivia.

Tres escritores contemporáneos que recomienda.
En la ciencia ficción puedo recomendar al chileno Jorge Baradit, por la densidad y la fuerza de su imaginación; al norteamericano Brandon Sanderson por su capacidad de generar historias interesantes y adictivas, y al chino Liu Cixin, por su capacidad de extrapolación de sus historias.
Tres autores clásicos.
En los clásicos, me quedo con el chileno Hugo Correa, el padre de la ciencia ficción chilena, que teje historias enigmáticas y con una capacidad alucinante de extrapolación. Otro es Ray Bradbury, un autor indispensable, que teje historias imaginativas. Y por último, a Isacc Asimov, por su capacidad de unir ciencia y ciencia ficción, de un modo coherente.
¿En qué proyectos de escritura se encuentra trabajando?
Actualmente estoy trabajando en una nueva novela que mezcla la ciencia ficción y el género policial. Es una trama que se desarrolla en el futuro, en el 2042. Juego con un futuro mediato y hablo de temas coyunturales como el cambio climático.
- Diego Maenza
- 1 mar 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 5 mar 2019
Enmarcado en el contexto de las nuevas tecnologías y las formas de acceder a contenidos literarios (libros electrónicos, audiolibros) quiero destacar Kodiak, la audioserie del escritor César Pérez Gellida.

De temática sombría y adosada a un ambiente detectivesco, Kodiak es una serie de negras pasiones, de venganzas que sorprenden y de comportamientos abyectos.
Sus personajes hablan a través de acciones siniestras vinculadas a la sed de supervivencia, al sexo, al poder y a la muerte. Eros, Tánatos y Mammón, siguiendo los postulados propuestos por Ana María Ornelas.
Kodiak, una isla de Alaska, es el escenario de diversos asesinatos que destaparán una naciente red de prostitución infantil. Añádase a esto la lucha intestina de una familia por controlar una empresa petrolera, una jovenzuela con evidentes problemas psicológicos y una sobrecogedora leyenda aborigen, y se tendrá la mezcla precisa para no despegarse los auriculares de nuestros órganos de audición.
No obstante, hay que advertir al lector-oyente, que también hay que reparar en los pequeños desniveles que manchan a la serie con atributos de artificio y afectación, como ciertos diálogos ramplones y una marcada tendencia hacia los giros argumentales bruscos, así como el derroche abusivo e innecesario de adjetivos y adverbios, pero que son de cierto modo compresibles en el género al que se adhiere la historia y en la intención de entretenimiento en la que se perfila. Perdonados estos pecados, la serie es de un atractivo inusual. El formato es inquietante y cautivador, porque si bien la historia se narra como una novela que ha sido estructurada por capítulos parejos en extensión, la normativa del narrador debe aclimatarse al modelo en que se difunde, pensado para escuchar, para leer a través del oído (valga aquí la figura sinestésica). Tal como una obra teatral debe marcar ciertas pautas de ejecución al ser escrita, el narrador de la audioserie debe tomar los respiros adecuados para que quien narre deposite en el oyente toda la sutileza que se requiere para no perderse en la trama, explicar de manera correcta la historia e impactar al lector-oyente. Y lograr que el narrador lo consiga, es un gran desafío para el escritor.

Destaco además las voces de los intérpretes, que marcan el ritmo de la trama con una cadencia que atrapa y con las entonaciones adecuadas. La producción de la audioserie es impecable y es un valor añadido a rescatar, tanto por su calidad como por las particularidades artísticas de las voces.
Kodiak definitivamente no está destinada para convertirse en un clásico, pero vale la pena sumergirse en una historia de trama, bien construida, llevada con paciencia y que ha optado por elegir con pericia para atrapar al oyente ciertos trucos del narrar (aunque sea inevitable que a veces notemos de forma muy evidente las tretas del prestidigitador).
¿Recomiendo Kodiak? Sí. Sostiene una historia apasionante, entretenida y lo más importante, que toca temas de los que a veces preferimos desviar la mirada.
Le doy una valoración positiva por el atrevimiento de abordar temáticas complejas.
Conozcan la historia de un oso asesino de humanos, de pederastas más hambrientos que los osos, de violencia, sexo y muerte, atributos que hacen de Kodiak, lo remarco, una historia atractiva.