- Diego Maenza
- 16 ene 2020
- 3 Min. de lectura

Belén Cuevas es una mujer atormentada por las sombras de su dolor. Afincada en la urbe peruana, madre de mellizos y viuda a temprana edad, Belén emprenderá un viaje iniciático cargado de desventuras amorosas y de una exploración tenaz a través de los placeres carnales. Por esos azares del destino, regresa a Perú una amiga de la infancia para hacerle comprender que luego de la catástrofe de su viudedad la vida permanece presta para el descubrimiento. Ella se empeñará en mostrarle a Belén los caminos hasta entonces inexplorados de un placer sexual que deberá aprender por cuenta propia y a golpes de aciertos y errores.
La construcción de un personaje complejo se dibuja desde el inicio. Ante el entierro de su esposo, Belén Cuevas comparece un tanto frívola, ensimismada en pensamientos existenciales, pero al llegar a casa desemboca en su soledad y en la compresión de su duelo.
Toda situación que genera una nueva mirada requiere de la invención de un vocablo que la justifique, de ahí que en su circunstancia, nuestra protagonista, heroína desventurada de esta tragicomedia, exclame que la realidad es decapitante.
Ani Palacios sorprende una vez más y deslumbra con una prosa madura que no abandona la sorpresa argumental, una escritura rica en inventiva y cargada de una cuidada estética.
Palacios conduce a su protagonista desde las catacumbas de la inanición en Perú, acompañada de la exuberante Pachuli Brown, hasta las fantasías orgiásticas de una vida nueva en Estados Unidos. Y la hace padecer el rito iniciático de liberación para retomar sus propias riendas y volver a sentirse mujer. Quienes la bautizan hacia la nueva vida son Calvin y Klein, una pareja de homosexuales que pasarán a convertirse en los códices que le mostrarán nuevas formas de la exploración corporal. Entre tragos de su coctel Machu Picchu, multicolor en honor a la bandera del Tahuantinsuyo, y caladas de los porros de marihuana, nuestros protagonistas serán los depositarios de los secretos de Belén e incubarán en ella el bichito de su liberación personal.
De esta forma Belén Cuevas empezará a retomar su vida sin traicionarse como mujer ni como ciudadana del mundo, sin portar maquillajes o apariencias, o mucho menos abandonar el dejito pituco limeño de Miraflores.
Las desventuras que padecerá junto a sus amantes ocasionales, quienes son bautizados como Chumbeque, Taco Bell, o el Impecable, la llevarán a parajes insospechados en medio de su lucha por descubrirse a plenitud con un nuevo amor.
Belén, de la mano de Pachuli, empezará a descubrir el mundo de los consoladores, el fugaz encuentro con una pareja swinger, con dos hombres voyeristas, con otro que aparenta ser un buen amante pero que carga a cuestas un historial de violación a menores, un sapiosexual con cefaleas eyaculatorias, y un excéntrico y oscuro joven de nombre Orgasmo.
La sombra de Rodrigo, su extinto esposo (a quien recurre imaginariamente en las clases de masturbación impartidas por Pachuli, o de quien espera la aprobación imaginaria para sus pretendientes), poco a poco se diluye para dar paso a una mujer renovada.
El fuerte de la autora es sin duda el uso de aquellos destellos descriptivos que emulan los mejores párrafos de la literatura y que elevan la novela con un placer estético.
Los amantes de la viuda Cuevas posee una escritura que apasiona por su desarrollo argumental y deslumbra por la sutileza de su estilo, y que paradójicamente (y he aquí lo llamativo de la propuesta) se constituye como un bildungsroman de madurez, al tiempo que Belén, Klein, Calvin y Pachuli, al calor de unos shots de pisco, maquinan sus obstinados empeños por ajusticiar a un polígamo.
Los amantes de la viuda Cuevas viene a sumarse a esa tradición erótica ya iniciada por Historia de O de Pauline Réage (obra que se alude en la novela), continuada en El libro de los amores ridículos de Kundera, y perfeccionada en Las edades de Lulú de Almudena Grandes.
Ani Palacios, en Los amantes de la viuda Cuevas, posee la vigorosidad erótica del Vargas Llosa de Travesuras de la niña mala, y al mismo tiempo el cuidado intimista de las novelas de Rachel Cusk, donde la narrativa no deriva en la vulgaridad del dato erótico fácil o en lo patético de los gemidos narrativos ramplones. Definitivamente a Ani Palacios debemos confiarle sin reparos y para nuestro deleite muchas horas más de lectura.
- Diego Maenza
- 13 ene 2020
- 4 Min. de lectura
Carlos Ramos es un escritor originario de Hidalgo, México. Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana unidad Iztapalapa, se ha desempeñado como profesor de esta rama por casi una década. Es autor de los libros independientes Cuentos Proletarios (2016) y No los llames (2018). Ha sido coautor de la antología Nuevas Letras Toltecas (2018) producto del PACMyC 2017. En 2019 cinco de sus cuentos fueron publicados en antologías de México, Perú y en portales digitales. En la actualidad se encuentra promocionando su más reciente libro En esta parte del mundo (2020). A finales del año pasado tomé contacto con el autor. Este es el resultado de nuestra charla.

¿Cómo ocurrió tu acercamiento a la literatura?
En la niñez leí los textos que proporcionan en la escuela, pero la verdad comencé a leer en forma seria a partir de los 16 años y recuerdo que fueron libros de García Márquez. Desde ese momento se me fue formando el hábito de la lectura. Por aquellos años pensé que algún día iba a escribir un libro. Comencé escribiendo lo que intentaban ser poemas (muy malos) del tipo “las rosas son rosas, el cielo es azul…”, pensaba que las letras contenían una especie de sortilegio de tal manera que si la mujer a la que le escribía lo leía, iba a caer enamorada. No pasó. Luego leí todo lo que cayó en mis manos. Cuando ingresé a la universidad comencé a leer de manera sistemática filosofía y literatura. En esa época empecé a escribir cuentos y desde ese momento he seguido leyendo y escribiendo.

Acabas de publicar En esta parte del mundo. Háblame de su proceso de escritura. ¿De qué manera fue concebido?
Son diez cuentos de tres temas que son mis manías: el amor, la vida y la muerte. Fueron escritos entre 2017 y 2019. Debo decir que me gustó mucho redactar estos textos, porque a mí me pasó y me gustaría que el lector también se enamore, sufra, reflexione, sienta tristeza y quede sorprendido junto a los personajes. Son cuentos que están cargados de nostalgia y extrañeza, fueron concebidos en esta parte del mundo, al leerlos se darán cuenta que por la temática y las situaciones pueden ocurrir en cualquier lugar. La edición estuvo a cargo de Julio César Villagómez Galicia que hizo un trabajo excelente y la portada es un cuadro del pintor Bernardo Santiago Ángeles.
Previamente publicaste los libros de relatos Cuentos proletarios y No los llames. ¿Cómo sientes que ha sido tu evolución como escritor partiendo de estos cuentarios iniciáticos hasta llegar a tu último trabajo?
Cuentos proletarios es casi artesanal, fue mi primer acercamiento al mundo editorial, le guardo mucho cariño, pero tiene errores que aún me despiertan por las noches. En No los llames mejoré algunos aspectos y la portada es obra del pintor Irving Cruz. En el más reciente se ve un trabajo de edición que eliminó varios de mis vicios al escribir, la aspiración es profesionalizar la escritura y me parece que en este nuevo libro di un pequeño paso hacia ese fin.


Mantienes un modelo independiente de distribución de tu literatura, ¿cuáles son las ventajas y desventajas que encuentra un autor independiente?
La ventaja es que escribes lo que quieres, en el aspecto editorial tú eres tu propio jefe. La desventaja es que la distribución a veces es limitada y corres el riesgo de quedarte en lo local; además, duplicas o triplicas el trabajo, porque escribes, buscas presentaciones y vendes. Es mucho trabajo para una sola persona.
¿Cuáles consideras que son los retos para las nuevas voces dentro de la literatura?
Considero que el reto más grande es hacer que te lean y para esto, además de la distribución, lo más importante es presentar textos de calidad que aspiren a trascender en el tiempo.
¿Cómo ves el actual panorama literario en México?
Se está haciendo muy buena literatura. A lo largo del país se encuentran escritores de mucha calidad, tanto en editoriales tradicionales como en independientes. Ahora gracias a las redes sociales podemos conocer y leer a muchos. También hay que destacar el trabajo de editoriales independientes, algunas han comenzado a hacer una distribución masiva.
¿Qué autoras o escritores sientes que han influido en tu narrativa?
Es una lista larga, “somos cuentos de cuentos” dice Saramago. La influencia más fuerte viene de Juan Rulfo, Andreu Martí, Mario Benedetti, Luis Sepúlveda, Gabriel García Márquez. Pero también han influido mucho en mí filósofos como Aristóteles, Kant y Schopenhauer.

¿Alguna escritora contemporánea que haya llamado tu atención?
Camilla Läckberg me parece asombrosa, tiene una serie de novelas policiacas que te atrapan inmediatamente y la trama está muy bien estructurada, te deja con ganas de leer más. De igual manera te podría decir de Isabel Allende, Mónica Lavín, Rosa Montero y Rosa Beltrán.
Algún autor clásico que recomiendas.
Sería toda una lista. Pero en primer lugar pongo a Miguel de Cervantes con Don Quijote de la Mancha, por la simple razón de que es fundamental en la literatura escrita en nuestra lengua. Y La Odisea de Homero, ese libro te transporta. Creo que también hay que releer a Juan Rulfo, tiene mucho que enseñarnos en la estructura y las voces narrativas del cuento, al igual que Horacio Quiroga.
Cuáles son los nuevos proyectos de escritura que tienes, ¿en qué te encuentras trabajando?
De momento trabajo en la difusión del libro más reciente. También estoy preparando dos libros de cuentos, el primero trata sobre el sexo visto de manera divertida e irreverente (será solo para adultos), el segundo, será de escritos de corte realista. Por otro lado estoy escribiendo una novela, trato de incursionar en ese género.
- Diego Maenza
- 31 oct 2019
- 5 Min. de lectura
Aunque firman como D. D. Puche, como si se tratara de un solo escritor, nuestros invitados de hoy son dos autores: los hermanos David y Daniel Puche. David es doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y profesor de dicha materia en la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Mérida, profesión que combina con la literatura. Daniel es licenciado en Filosofía y en Teoría de la Literatura por la misma universidad. Juntos han publicado varias novelas, entre las que destacan Balada de los caídos, Sam Robinson y la noche de terror en Hellstown y Rhett Murdock, detective privado, así como la colección de relatos de terror, fantasía y ciencia ficción Galaxia errante y ensayos como Caminos del lógos y Cristianismo sin Dios. Su obra se encuentra empapada de referencias filosóficas, pero pasadas por el tamiz de la ficción.
A inicios de octubre mantuve contacto con los autores. Esta entrevista es el resultado de nuestra charla.

¿Quién es D. D. Puche?
Firmamos como D. D. Puche, pero somos dos hermanos, David y Daniel; de ahí las dos “D”. David estudió filosofía, y da clases de esa materia en secundaria. Daniel también estudió filosofía, además de teoría y crítica literaria, y está volcado exclusivamente en tareas literarias y editoriales.
¿Cómo definirían su escritura?
Como una “literatura de ideas”. Recurrimos principalmente a la fantasía, el terror y la ciencia-ficción como géneros que nos permiten analizar y criticar el mundo actual. Nos proporcionan herramientas potentes para distanciarnos de lo dado, para verlo en perspectiva, y señalar sus incoherencias y deficiencias. También son una plataforma adecuada desde la que hacer propuestas, aunque esto quizá cueste un poco más hacerlo comprensible al público, debido al lenguaje metafórico que inevitablemente se ha de usar.
En la escritura abordan temas en torno a la fantasía y el terror. Desde su punto de vista, ¿qué pueden aportar estos géneros a la literatura entendida en su amplio espectro?
Le dan frescura, desde luego. Nosotros también trabajamos esa literatura que muchos consideran “seria”, aunque no nos resulta ni más ni menos seria que la otra. Ambas son aproximaciones a la realidad. El caso es que se complementan. Donde una hace retratos más o menos realistas, radiografías de la vida, de la psique de los individuos, los géneros señalados toman un punto de vista distinto, que tiene más que ver con el cuestionamiento de una época como tal y una aproximación utópica (o distópica) a la misma. Y esto es algo muy serio, realmente. El rechazo, por parte del establishment cultural, de estos géneros, muestra su ceguera acerca de dónde, en muchos casos, se está haciendo la “gran literatura”. Pensemos, por ejemplo, en Philip K. Dick, o en Lovecraft, totalmente (o casi) ignorados en vida y tan reivindicados ahora.

También escriben sobre filosofía. ¿Qué temas son de especial relevancia en su trabajo?
Nos dedicamos, sobre todo (de forma muy coherente con la vertiente literaria de nuestra obra), al análisis crítico del presente. Reflexionamos acerca de los problemas psicosociales que angustian el ser humano en el actual contexto del capitalismo global y la alta tecnificación de la vida. No nos interesa el pasado sino como una “caja de herramientas”, que decía Foucault, para comprender el presente.

¿Siguiendo el hilo de la pregunta anterior, a qué escuelas filosóficas contemporáneas se adhieren y cuáles rechazan?
Antes, por formación académica, éramos más afines al idealismo alemán y sus derivas hermenéuticas contemporáneas. Esa inflexión histórica que, a través de Heidegger y Gadamer, reintrodujo la preocupación ontológica que el positivismo, la filosofía analítica y otras corrientes dominantes a principios del siglo XX habían dejado de lado. Esa preocupación ontológica estaba combinada con aportaciones muy diversas de Nietzsche, la Escuela de Fráncfort, y otras corrientes contemporáneas de un amplio espectro crítico-interpretativo. Pero cada vez nos absorben más los temas relacionados con la ciencia y la tecnología y su impacto socioeconómico, ecológico, etc., así como el estudio de los modelos de futuro probables con que nos encontraremos en unas décadas, los nuevos modos de vida resultantes, etc. Así que cada vez nos escoramos más hacia el materialismo, aunque intentamos no romper con todo lo anterior, sino tender puentes teóricos. A lo que nos oponemos, por considerar que básicamente son disfraces teóricos del capitalismo tardío, intelectualmente inanes cuando no perniciosas, es a las teorías de corte “posmoderno” que todavía hoy siguen tan en boga: Deleuze, Derrida, el psicoanálisis lacaniano, etc., y sus herederos del siglo XXI.
¿Cómo ven el panorama literario en España?
Extremadamente mal. Hay unas pocas vacas sagradas que viven (muy bien) de escribir y reciben por turno todos los premios, y por otro lado encontramos una gran cantidad de autores (noveles o no) que no pueden ni pisar ese mundo. O que publican algo en una editorial menor, que a menudo les cobra por la tirada, y esos libros ni siquiera llegan al público, porque no tienen distribución. España es uno de los países donde más se publica y menos se lee de toda Europa. Algo que debería preocuparnos considerablemente, aunque a nadie le importe en realidad. Inmensas cantidades de excedente de papel que acabarán en el contenedor de reciclaje… Las editoriales, en general, al contrario que en el mundo anglosajón, no arriesgan: sólo quieren publicar cosas que vengan precedidas por cierta fama. Y ésta, ahora, viene de las redes sociales. Eso crea un círculo vicioso que es altamente tóxico para la literatura, la poesía, etc. Que nadie se llame a engaño: ninguna editorial lee los manuscritos que le llegan; eso ya es historia.
¿Qué ventajas encuentran en su modelo independiente de distribución de su propio trabajo, qué experiencias positivas han podido hallar?
Es un mundillo muy difícil y desalentador, ciertamente. Estás solo para todo, con el tiempo de trabajo y el desgaste que eso conlleva: eres autor, diseñador, publicista, vendedor… Por otro lado, eso te permite aprender mucho mejor el oficio, en todas sus vertientes. Adquieres mucho conocimiento y tablas. Y cada venta de un ejemplar es como una pequeña batalla ganada. Pero está claro que te pone barreras insalvables de cara a llegar al gran público. A veces te gastas más en promocionarte de lo que ganas vendiendo. En fin, es lo que hay, cuando no formas parte del circuito cerrado del que hablábamos antes.
Mantienen una revista, The Hellstown Post, que admite colaboraciones. A diferencia de las muchas revistas contemporáneas, su publicación la realizan en físico. Háblenme de este proyecto que ya tiene un número en circulación. ¿Qué acogida ha tenido?
Bueno, no es del todo exacto. Tenemos una página web con ese nombre, donde publicamos (y admitimos colaboraciones) relatos, capítulos de libros, reseñas, etc., y luego tenemos la revista homónima a la que te refieres, que sacamos semestralmente en formato PDF. Éste puede imprimirse, obviamente, y lo editamos con calidad de imprenta; así se envía a los compradores, para que escojan cómo lo quieren, físico o no. De momento sólo ha aparecido un primer número, con un puñado de buenas colaboraciones, y estamos muy satisfechos con el resultado. Ya tenemos algunas propuestas excelentes para el segundo número, que sacaremos a comienzos de 2020, y estamos esperando más colaboradores.
Nómbrenme libros o autores que han influido en su escritura o que recomendarían.
Muchos, y muy variados, claro. Nunca nos hemos ceñido a géneros o autores concretos. Nuestras influencias pueden rastrearse en la novela negra de Chandler y Hammet, el terror cósmico de Lovecraft, Chambers o Barker y la ci-fi de Philip K. Dick, Gibson y Sterling; pero también están ahí autores tan variados como Borges, Kafka, Lem o Melville. Todos han dejado una huella que vemos reflejada en lo que escribimos.
¿Qué proyectos literarios creativos mantienen en proceso? ¿En qué se encuentran trabajando?
Ahora mismo estamos a punto de publicar una novela de terror con toques de humor negro, la segunda de nuestra serie Jenkins & Sinclair, investigadores de lo sobrenatural. Y simultaneamos ese trabajo de “posproducción” con la preparación de un ensayo filosófico sobre el nihilismo en el siglo XXI. Siempre estamos trabajando a la vez, o eso procuramos, en algo literario y algo ensayístico o filosófico. Nos da el equilibrio que queremos mantener.

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